El 28 de noviembre de 1857, mientras el frío barría las calles de Madrid, la reina Isabel II alumbraba en el Palacio Real al séptimo de sus hijos, un varón que recibiría el nombre de Alfonso.
Todos los partos de la reina despertaban en el pueblo de Madrid, tan cercano al palacio, la polémica. Se hacían apuestas sobre quién sería el padre de la criatura, ya que no se daba ningún crédito a que fuera el rey consorte, D. Francisco de Asís, el que hubiera engendrado al vástago real. Se aventuraban nombres de éste o aquel personaje que poseía, a decir del vulgo, los favores de Isabel II en el momento de la concepción.
El nacimiento de Alfonso no fue una excepción y se llegó a dar por seguro que el padre de la criatura era Enric Puigmoltó Mayans un Oficial de la Guardia Real que, según se contaba, andaba en amoríos por aquel entonces con la soberana.
En los primeros años de su infancia la orientación de su educación se dejó en manos del marqués de Alcañices, padre del que, pasado el tiempo, se convertiría en el amigo más intimo de Alfonso; el duque de Sesto.
Alfonso, que desde el momento de su nacimiento fue nombrado Príncipe de Asturias, tenía una salud frágil y tanto los médicos de la familia real como sus preceptores fueron proclives a que realizara gimnasia y deportes. El ejercicio físico, en aquellos años, estaba en boga entre la alta burguesía.
En septiembre de 1868 se produjo en España una sublevación militar y popular que fue llamada la Revolución Gloriosa y que supuso el destronamiento y exilio de Isabel II y de su familia dando lugar a lo que fue conocido como el Sexenio Democrático.
Alfonso no había cumplido todavía los 11 años cuando en un giro, para él inesperado, le cambió la vida. Entre gritos de! Abajo los Borbones ! la Familia Real huyó hacia Francia iniciando un exilio que para Isabel II sería permanente.
Una vez instalados en un palacio de París, al que Isabel II había rebautizado como Palacio Castilla, el príncipe fue matriculado en el Colegio Stanislas en el que cursó, parece ser que con aprovechamiento, un año de estudios. Tuvo también profesores particulares entre los que destacó Guillermo Morphy que habría de convertirse en su secretario hasta el día de su muerte.
Mientras tanto en España la búsqueda de una nueva forma de que el país fuese gobernado había dado lugar a la formación de un gobierno provisional y éste convocó Cortes Constituyentes. Las Cortes proclamaron la Constitución de 1869 que establecía como forma de gobierno la Monarquía Constitucional. Como no se deseaba un Borbón ocupando de nuevo el trono se empezó a buscar otra dinastía para España. Se consiguió convencer al rey de Italia para que su hijo Amadeo aceptara - parece ser que a su pesar - la oferta de ser el primer rey de España de la dinastía de Saboya.
Las presiones sobre la destronada Isabel II para que abdicara en su hijo Alfonso, si es que quería ver algún día a los Borbones ocupando de nuevo el trono de España, acabaron haciendo mella en su espíritu y la exreina claudicó.
El 20 de junio de 1870 Isabel II abdicó la Corona en favor de su hijo Alfonso. A pesar de ello el proceso iniciado en España seguía imparable y un año después de la abdicación de la reina, Amadeo I era proclamado rey de España. Corría el año 1871.
Cuando estalla la guerra franco-prusiana la destronada familia real siente que en París corre peligro y deciden trasladarse a Ginebra. Alfonso ingresaría en el prestigioso Colegio Theresianum de Viena y allí cursaría estudios hasta 1872. Posteriormente y, siguiendo el consejo de Cánovas del Castillo que ya iniciaba el movimiento político que conduciría a la Restauración, ingresaría en la academia Militar de Sandhurst, en Inglaterra.
Estos trasiegos, del colegio francés al austriaco y de aquí a la academia militar inglesa, le dieron a Alfonso una formación profunda y variada, le permitieron conocer distintos sistemas políticos, distintas formas de vida y dominar varios idiomas. Era un joven inteligente, intuitivo, con una mente abierta y amplitud de miras.
Amadeo I, el rey que vino de Italia , había presentado su renuncia al trono de España en febrero de 1973 y regresado a su tierra natal asegurando que España era una "jaula de Grillos"
Cánovas del Castillo tejía los hilos de su proyecto integrador en torno a la figura de Alfonso. Los españoles empezaron a mirar esperanzados a aquel Borbón que, a decir de todos los que le conocían, nada tenía que ver con la inculta Isabel II.
El 29 de diciembre Cánovas del Castillo realiza un pronunciamiento en la población de Sagunto en favor de la restauración de la monarquía con el acceso al trono del príncipe Alfonso de Borbón.
Alfonso hizo su entrada en Madrid el 14 de Enero de 1875 y los madrileños se echaron a la calle para recibir con verdadero entusiasmo al que querían que fuera su nuevo rey. Nadie parecía recordar que siete años antes y con ese mismo entusiasmo gritaban !Abajo los Borbones! mientras la reina y su familia - entre los que se encontraba Alfonso - salían raudos hacia Francia.
Fue proclamado en las Cortes como Alfonso XII y a pesar de sus diecisiete años dio muestras de una gran determinación. Estaba dispuesto a conseguir regenerar la política española con un nuevo régimen basado en una monarquía liberal, constitucional y parlamentaria que estuviera a la altura de otros países europeos. Ese era el proyecto de Cánovas y también el suyo.
Un año después de su llegada se aprobó la nueva Constitución de 1876 y en ese mismo año, con el rey dirigiendo la ofensiva final en el norte del país, se dio por terminada la guerra carlista.
La popularidad de Alfonso crecía día a día, poseía un gran carisma pero no era eso lo más importante, la gente lo aclamaba y lo quería porque allí donde hubiese una desgracia, fuese cual fuese el lugar de España en la que ésta ocurriera, la visita del rey Alfonso XII se recibía de inmediato.
Su popularidad aumentó todavía más cuando se supo que el rey se había enamorado perdidamente de su prima, Mª Mercedes de Orleans y Borbón, y que pretendía casarse con ella. El hecho de que su madre, la disoluta Isabel II, se negara y que el enlace tampoco fuera del agrado del gobierno ni del parlamento hacía crecer la empatía popular hacía Alfonso. Cánovas, con sutil inteligencia, empezó a ver el enlace como una ocasión de afianzar, todavía más, entre la población la recién estrenada monarquía.
El boda tuvo lugar el 23 de enero de 1878 en la basílica de Atocha. Los españoles recibieron con agrado la noticia y por las calles de Madrid empezó a circular una canción que así lo confirmaba:
Quieren hoy con más delirio
A su Rey los españoles
Pues por amor se ha casado
Como se casan los pobres
Aquel amor duró poco porque la enfermedad arrancó a Mercedes de los brazos de Alfonso. Seis meses después del enlace la reina murió víctima de una infección, acababa de cumplir los 18 años. Alfonso quedó devastado y se aisló durante un tiempo aunque su sentido del deber y la influencia de Cánovas le devolvió de nuevo al cumplimiento de sus deberes.
Alfonso XII era un hombre enamoradizo y joven por lo que, a pesar del dolor que le produjo la muerte de Mercedes, no tardó en tener una aventura amorosa con la soprano Elena Sanz a la que retiró de los escenarios instalándola en un precioso pisito de la que hoy es la calle Goya, donde la visitaba con frecuencia.
La necesidad de otro matrimonio, que hiciera posible el nacimiento de herederos para la Corona, se imponía. Alfonso, ya que se trataba de un matrimonio de Estado, dejó en manos de Cánovas la elección de su futura esposa y la elegida por éste fue la archiduquesa austriaca Cristina de Habsburgo - Lorena, prima del emperador Francisco José I. Cristina era culta, inteligente, muy tímida y poco agraciada lo que ocasionó que los madrileños - idealizada la figura de Mercedes - la considerarán "estirada".
El enlace se celebró en la catedral de Atocha en noviembre de 1879 y pese a que el amor faltaba por parte de Alfonso, éste no dejó de cumplir con sus obligaciones como esposo y 10 meses después de la boda nacía su primera hija a la que, quizá con poco acierto, se le impuso el nombre de Mercedes.
El hecho de que hubiera contraído nuevas nupcias no le hicieron abandonar sus aventuras amorosas. A principios de 1880 tuvo su primer hijo con Elena Sanz al que llamaron, como no, Alfonso. El segundo, Fernando, nacería un año después. Estos dos hijos bastardos darían, algunos años después, no pocos quebraderos de cabeza al gobierno de España.
Aunque no existiera amor, al menos por parte de Alfonso XII, si existía un enorme respeto hacía su esposa y hacia su capacidad intelectual. La segunda de sus hijas,Teresa, nació en 1882.
Su deseo de compartir siempre la suerte de los españoles no le permitía permanecer demasiado tiempo encerrado entre las paredes del palacio y a sus idas y venidas por la geografía española y a sus galanteos nocturnos con las distintas amantes, se atribuyó el contagio de la tuberculosis que sufrió.
Para los españoles la enfermedad del rey fue inesperada pues nada hacía sospechar al pueblo, dada la juventud del monarca, que padeciera tisis y además ésta se manifestó de forma muy agresiva. Por consejo de sus médicos, Esteban Sánchez Ocaña y Laureano García Camisón, en el mes de octubre se retiró al palacio del Pardo, esperando que aquellos aires mejoraran su salud.
Al principio de su estancia en el Pardo pareció que el rey se reponía, pero la tarde del 23 de noviembre sufrió, de manera súbita, un empeoramiento, un ataque de disnea le provocó la perdida de conocimiento y se le trasladó al lecho del que ya no se levantaría. A partir de ese momento todo fue muy rápido. Acudieron al palacio del Pardo la reina y demás miembros de la familia real, el Nuncio de su Santidad, ministros y políticos. La reina, embarazada de su tercer hijo, no se aparto del lado de su esposo durante todo el tiempo que duró su agonía. A las nueve de la mañana del día 25 de noviembre de 1885 Alfonso XII exhaló su último suspiro.
No hay ninguna duda de la popularidad del monarca. A esa popularidad habían contribuido su simpatía, su llaneza, su matrimonio por amor e incluso sus aventuras extramatrimoniales que le daban un áurea de D. Juan muy al gusto del pueblo español en aquellos años. Pero por encima de todas esas cosas estaba el hecho de que Alfonso XII era un rey valiente, liberal, constitucional y cuya dedicación al pueblo, al que siempre considero que servia, era absoluta. Cuando Murcia sufrió inundaciones allí estuvo el rey, cuando Andalucia se vio sacudida por un terremoto acudió Alfonso XII y cuando en España se desató una epidemia de cólera que diezmó al regimiento que se asentaba en los alrededores de Aranjuez el rey, con su salud ya mermada y desoyendo a todos, incluido a Cánovas, marchó hacia esa población y abrió el palacio de Aranjuez para poder albergar a los enfermos.
Su reinado fue corto, tan solo duró diez años pero en ese corto espacio de tiempo Alfonso XII dio a España mucho más de lo que de él se esperaba; pacificó el país que había estado sumido en el conflicto carlista. Hubo un notable despegue financiero gracias al aumento de la producción agrícola, de la industria siderúrgica y de la textil, todo lo cual llevó a España a un periodo de prosperidad.
Fue un buen rey que murió demasiado pronto, con tan solo 28 años. En el monumento que se alzó en su honor en el Parque del Retiro los madrileños todavía dejan flores.